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El otoño, la luna y los medios (2)

  |   IES Valle del Saja

Para finalizar, es oportuno destacar otro efecto que ha coincidido con esta última luna llena y es la llamada “luna de cosecha”. El nombre de por sí es evocador y nos hace entrar en contacto con nuestras raíces más ancestrales. El nombre se debe a las poblaciones indígenas situadas más al norte de América y se le da a la luna llena más próxima al equinoccio de otoño.

 

Para entender bien el fenómeno será necesario hacer un cálculo elemental. Sabemos que la luna retrasa su salida por término medio casi una hora todos los días:

¿A qué se debe este comportamiento “perezoso” de nuestro satélite?

Obviamente a la propia traslación que la luna describe alrededor de la tierra. Hemos dicho que completa un ciclo en aproximadamente 27,5 días. Si realizase círculos perfectos en el plano del ecuador terrestre quiere decir que cada día recorrería 13º de los 360º que tiene la circunferencia. Por tanto, la tierra debe tomarse la molestia de girar todos los días esos 13º extras hasta encontrarla de nuevo en el horizonte. En el caso de la tierra que completa su rotación en 24 horas, un giro de 13º equivale (una simple regla de tres) a 0,866 horas o 52 minutos. Pero la realidad es que el movimiento de la luna no es circular, como ya hemos comentado, y además se realiza en un plano que se inclina unos 5º respecto a la eclíptica (plano aparente en el que parece moverse el sol alrededor de la tierra). Como todo en geometría, es un problema de posiciones relativas, dependiendo de la época del año y de la latitud, el ángulo de la eclíptica con el horizonte va tomando diferentes valores. Si el equinoccio coincide con una luna llena tenemos el espectáculo de ver cómo el sol se pone exactamente por el oeste al mismo tiempo que la luna se levanta justo por el este, produciendo los dos astros en el cielo una sensación de doble crepúsculo. Además, en el equinoccio de otoño y en el hemisferio norte el ángulo que forma la eclíptica con el horizonte es muy pequeño, lo que provoca (sobre todo en latitudes elevadas) que ese “retraso” lunar sea mínimo y en vez de ser de casi una hora sea de 15 minutos o menos. Eso se traduce en que al día siguiente tengamos al atardecer otra luna casi llena y que sale casi sin retraso después de la puesta de sol.

 

En una época en la que la recolección de las cosechas era clave para la existencia de los pueblos esta situación provocaba unas jornadas en las que después de la luz solar se tenía una buena luz de luna que permitía prolongar durante horas las labores del campo, debido a que la luna en esos días parece que apenas retrasa de un día a otro. En los días posteriores, a otras lunas llenas de otros momentos del año, enseguida hay retrasos de horas entre la puesta de sol y la salida de la luna lo cual hace inviable prolongar la jornada de recogida en el campo. Como además septiembre es un mes propicio para la recogida de cosechas en el hemisferio norte, está claro el porqué de esta bonita denominación. Aunque no coincida exactamente el equinoccio de otoño con la luna llena, la de cosecha será la luna más próxima a éste. En latitudes elevadas de Norteamérica este nombre está mucho más enraizado en la cultura popular. Por eso no me resisto a recordar y recomendar un estupendo disco del rockero canadiense Neil Young titulado “Harvest moon”

 

Así que, al margen de que las modas mediáticas nos obliguen a mirar al cielo cuando hay lunas de perigeo, es una buena recomendación observar el cielo siempre que podamos. Con  toda seguridad otra sorpresa nos estará esperando. Las lunas de todo el año tienen preciosos nombres dados por las poblaciones indígenas. Luna del lobo, luna de nieve o luna del ciervo son algunos de esos nombres.

Por cierto, la próxima luna llena de Octubre se denomina luna del cazador. También será bastante luminosa por estar todavía próxima al perigeo y su curioso nombre se debe a que una vez realizada la recogida de la cosecha, el campo está más libre de vegetación donde ocultarse los animales, lo cual facilita las labores de la caza durante la noche.

 

Alguna vez, conocer bien el cielo fue fundamental para nuestro progreso. Algo nos hace pensar que conocer bien el cosmos será algún día imprescindible para nuestra supervivencia como especie.