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Los cometas están de moda (1)

  |   IES Valle del Saja

La semana pasada varios medios de comunicación recogían la noticia del paso del cometa Siding Spring por las proximidades de Marte. Se hacía eco de la noticia David Aguayo, alumno de 2º de Bachillerato de Ciencias.

 

Ciertamente, es poco frecuente poder observar cómo un cometa “roza” un planeta de nuestro sistema solar. Aunque el roce no es tan literal como puede parecer por la expresión. En realidad, el cometa pasó a una distancia que permitiría colocar otros 20 planetas iguales entre él y Marte. Verdaderamente, esa cifra en mecánica celeste es muy pequeña ya que cualquier perturbación de su órbita puede conducirle hacia una trayectoria de impacto.

 

Los cometas son misteriosos en sí mismos. Para empezar, la gran mayoría se aloja en los límites del sistema solar (y éste no se acaba en Plutón) en una zona denominada nube de Oort. En esa región donde apenas se sienten los efectos gravitatorios del sol “descansan” nada menos que billones de restos sólidos del sistema solar primigenio. Como los restos de una masa de pizza que se desprenden en la periferia de la mesa, allí se encuentran, dormidos, latentes, casi desprovistos de cualquier atracción gravitacional del sol formando un verdadero criadero de cometas. Cualquiera de los numerosos y lentos choques entre ellos o la atracción de una estrella cercana puede comunicarles la velocidad suficiente para que inicien un levísimo pero ya imparable acercamiento hacia el sol. Cuando sienten su “tirón” ya es demasiado tarde. Acaban de entrar en órbita hacia el sistema solar interior y emprenderán un viaje impredecible, errático, largo, no exento de choques y en el que, con toda seguridad, tendrán que dejar parte de su materia o incluso ofrecer un último espectáculo sublimándose completamente ante la mirada atenta de los astrónomos. Una salida inolvidable para quien llevaba casi 5000 millones de años sin moverse de su casa. Lejos de la fría y oscura noche perpetua en la que vivían, contemplarán mundos arrasados por el calor del sol, rozarán atmósferas irrespirables como la marciana y puede que alguno de ellos contemple un planeta azul de aspecto apacible desde el que será observado por más ojos y aparatos de lo que nunca hubiera esperado.

 

El interés por los cometas es múltiple pero quizá hay dos razones fundamentales para su estudio: comprender mejor el origen y formación del sistema solar y analizar el papel que pudieron haber tenido en el origen de la vida en planetas como la Tierra. La astrobiología es una rama de la ciencia que se encuentra en auge y que considera, entre otras, la posibilidad de que la materia orgánica necesaria para el comienzo de la vida en la Tierra haya sido aportada y transportada por algún cometa o asteroide que colisionó con nuestro planeta. Resulta evidente que la mejor forma de responder estas cuestiones sería la de poder analizar in situ uno de estos cuerpos celestes. Desde hace diez años, un proyecto de la agencia espacial europea ESA pretende posar una sonda sobre un cometa. Se trata del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y la sonda tiene un nombre tan evocador como Rosetta. El cometa no es especialmente grande y sus dimensiones no pasan de los 4 km. Si cayese sobre la Bahía de Santander, la relación de tamaños sería más o menos como la que se muestra en la foto:

 

santander

Recreación del impacto del cometa sobre Santander

 

Conocer cómo se programa un viaje de 10 años hasta un cuerpo de movimiento incierto y cómo se puede posar una sonda en la superficie resulta digno de ser relatado. Lo haremos en la próxima entrada.

 

De momento éste es el enlace que nos enviaba David a la noticia tal y como la recogía la BBC en su edición digital:

 

http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2014/10/141018_ultnot_cometa_marte_nasa_jgc

 

Una noticia inspiradora de vocaciones en investigación espacial.