La Luna sorprende con los nuevos descubrimientos acerca de su pasado y de su presente.
El único mundo extraterrestre sobre cuya superficie la especie humana ha caminado, y el cuerpo celeste más cercano a nuestro alcance, la Luna, nos muestra que aún tenemos mucho que aprender sobre él. Así, los resultados más recientes de algunas investigaciones acerca de nuestro satélite manifiestan:
- La existencia en el pasado de una atmósfera; concretamente hace entre 3000 y 4000 millones de años, y que persistió durante unos 70 millones de años.
- La presencia de una cueva de un centenar de metros de anchura y unos 50 kilómetros de longitud.
En lo que respecta a la atmósfera lunar, el estudio muestra que hace unos 3,5 millones de años la Luna no era la roca inerte que actualmente se observa desde la Tierra. Cientos de volcanes brotaban en su interior; sí, era un astro vivo y, para sorpresa de los científicos, con una atmósfera más densa, al menos, que la de Marte y que, probablemente, era capaz de erosionar rocas y producir tormentas de viento. Quizás lo más importante, según los investigadores, es que podría ser una fuente de, al menos, parte del agua detectada en la Luna.
Ilustración de la antigua actividad volcánica en la Luna.
El equipo de investigadores del Instituto Lunar y Planetario (LPI) -instituto de investigación científica, apoyado por la NASA, dedicado al estudio del Sistema Solar- implicado en este descubrimiento demuestra, con su investigación, que la Luna fue un planeta caliente y muy activo. El satélite tuvo una etapa eruptiva que se prolongó durante un período de unos 70 millones de años. Durante este período se formó una atmósfera integrada por gases como monóxido de carbono, oxígeno, azufre y otras especies volátiles; también por partículas sólidas. Con el paso de los siglos todas estas sustancias se disiparon por el espacio. Precisamente los llamados mares lunares de la Serenidad e Imbrium se formaron, según han determinado los investigadores, por erupciones de gran violencia.
Imágenes de las erupciones de lava lunares (áreas rojas) cada 500 Ma.
La investigación que ha desembocado en este resultado, comenzó a partir del análisis de las muestras tomadas por los astronautas de las misiones Apolo 15 y 17, entre 1971 y 1972, en los ríos de basalto de los mares antes citados. Pues bien, si las misiones Apolo consiguieron llevarnos a la Luna, el resultado de los estudios iniciados a partir de algunas de las recogidas de materiales en su superficie, podrían suponer la posibilidad para futuros astronautas de trabajar en el satélite ya que, se cree, parte de los materiales de aquella atmósfera pueden haber quedado acumulados en las regiones más frías y ser susceptibles de proporcionar aire y combustible en algunas misiones espaciales.
Misión Apolo 17: el astronauta y geólogo Harrison Schmitt en una de las actividades extravehiculares.
Andrea Mier, alumna de primero de Bachillerato, nos acerca lo esencial de esta noticia en la siguiente dirección:
https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/la-luna-tuvo-atmosfera-confirma-la-nasa-211507284442
Por otra parte, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA), ha detectado recientemente un tubo (cueva) de lava lunar, de 50 km de longitud y unos 100 m de anchura, a lo lago de un río también de lava que se encuentra en “Marius Hills” (conjunto de cúpulas volcánicas situadas en la región de la Luna denominada a su vez “Oceanus Procellarum”). El descubrimiento lo han hecho posible los datos emitidos por la sonda acústica lunar SELENE (transmite ondas electromagnéticas y recibe el eco de la Luna); SELENE, además, descubrió por primera vez el cráter “Marius Hills Hole” donde ahora ha encontrado el tubo de lava. Esta especie de cueva lunar mantiene intactos, sin erosionar, los materiales rocosos de los que está hecha, por lo que puede contener gases, incluido vapor de agua, así como registros del campo magnético del pasado lunar.
Representación artística de la detección de ondas acústicas por el radar lunar SELENE.
Este resultado parece muy significativo desde el punto de vista científico puesto que, al igual que el relativo a la atmósfera del pasado lunar, y como ya antes mencionábamos, podría facilitar y posibilitar futuras misiones espaciales. En este caso porque los tubos o cuevas de lava podrían utilizarse para la construcción de bases lunares ya que sus interiores protegerían contra la radiación espacial peligrosa, el bombardeo de micrometeoritos y las amplias oscilaciones térmicas.
Datos del LRS (radar lunar de ondas sonoras) de Marius Hills Hole.
Ubicaciones lunares con posibilidad de albergar cuevas subterráneas.
De hecho, la región de Marius Hills fue considerada como un posible lugar de aterrizaje para una misión de aterrizaje lunar durante el programa Apolo, convirtiéndose eventualmente en el sitio alternativo para el Apolo 15. Con los nuevos hallazgos, quién sabe, pero quizás no haya de pasar demasiado tiempo hasta que otros pies puedan dejar sus huellas en el suelo lunar, puede que esta vez aprovechando las oportunidades que ofrecen el Oceanus Procellarum y los materiales derivados de la antigua atmósfera lunar.
Misión Apolo 15: vista oblicua de Marius Hills y del cráter Marius (a la izquierda en la imagen).
En este caso es Belén Arroyo, también alumna de primero de Bachillerato, quien nos informa de este novedoso hallazgo:
http://www.lavanguardia.com/ciencia/20171020/432209095279/japon-descubre-cueva-luna.html
Y ya que hablamos de la Luna os dejamos a continuación una bella animación de la NASA sobre las fases lunares en este 2017, algo que siempre resulta atractivo; que lo disfrutéis:
https://moon.nasa.gov/resources/5/